La impresión producida por las últimas palabras de nuestro Señor, tal vez se había hecho visible por algún movimiento decisivo y aquí se aprovechan de él para impresionar en ellos la continuación en la fe, puesto que sólo entonces serían ellos sus discípulos verdaderos y entonces experimentalmente deberían conocer la verdad y por la verdad serían hechos espiritualmente libres.
¿Quiénes dijeron simiente de Abraham somos y jamás servimos a nadie? Seguramente no la misma clase mencionada ahora mismo como ganados por sus palabras divinas y exhortados a continuar en ella.
El amor propio de la nación judía, aún ahora después de siglos de humillación, es el rasgo más prominente de su carácter. ¿Hablar de libertad nosotros? Por favor ¿cuándo y a quién hemos servido? Esta jactancia suena casi ridícula de parte de semejante nación. ¿Se habían olvidado de su esclavitud larga y amarga en Egipto? ¿De su triste cautiverio en Babilonia? ¿De su actual estado bajo el yugo romano y de sus ansias de arrojarlo de sus hombros? Pero probablemente ellos veían que nuestro Señor señalaba otra cosa: la libertad, tal vez, de los dirigentes de sectas o partidos; y no querían reconocer su sujeción a estos. Nuestro Señor pues, aunque sabía que esclavos eran ellos en este sentido, mete aún más hondo el arado a una esclavitud con la cual poco soñaban ellos.
Todo aquel que hace pecado, es esclavo del pecado, que vive cometiendo el pecado; pues no se trata del servicio libre, sino de quien está en esclavitud. Hermanos: nuestros héroes mexicanos nos legaron una independencia civil; el Hijo de Dios nos trajo la independencia del pecado; es usted libre y salvo por la sangre redentora que derramó en aquella cruz? Demuéstrele su amor a Jesucristo siendo fiel hasta la muerte. (Romanos 6.23)