Todo lo que hay en el mundo

Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo. 1 Juan 2.16

Todo lo que hay en el mundo puede clasificarse como una de las siguientes tres cosas:

1. La concupiscencia de la carne; es decir, el deseo que tiene su asiento y fuente en nuestra baja naturaleza animal. Satanás probó esta tentación primero con Cristo: Lucas 4.3. “Di a esta piedra que se haga pan”. La juventud está especialmente expuesta a los deseos carnales.

2. La concupiscencia de los ojos. La avenida por la cual las cosas externas del mundo, las riquezas, la pompa, la hermosura, nos inflama. Satanás probó esta tentación en Cristo cuando le enseñó los reinos del mundo en un solo momento. A causa de la concupiscencia de los ojos, David y Acán cayeron.

3. La soberbia de la vida y la presunción arrogante, así como la vanagloria, fue el pecado de Satanás que causó su propia caída y forma el vínculo entre los tres enemigos del hombre: El mundo, el Diablo y la carne. Satanás probó esta tentación en Cristo colocándole entre las almenas del Templo, para que, en orgullo espiritual y presunción con base en el cuidado de su Padre, se arrojara desde ellas.

Los mismos tres enemigos aparecen en las tres clases de tierra donde cae la simiente divina: las del camino – el Diablo; los espinos – el mundo; los pedregales – la carne. La terrible antitrinidad del mundo, la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida misma. Todas estas cosas nunca pueden venir del Padre. El que sólo es nacido de Dios, vuelve a Dios; el que sólo es del mundo, vuelve al mundo. La fuente del amor de Dios y la del amor al mundo son irreconciliablemente distintas.

Señor, sólo tu tienes palabras de vida eterna y el poder para vencer al mundo.

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