La mujer y la sumisión

En el primer siglo D.C., la esposa no tenía ningún derecho legal. El esposo podía hacer lo que quisiera con ella. El hombre, se apoyaba en la filosofía pagana, la cual enseñaba que las mujeres eran seres deteriorados e inferiores. Al apóstol Pablo entendió que la desigualdad de autoridad provoca problemas, ya que la reacción de la persona con menor poder o autoridad es: resistirse, rebelarse, hacer miserable la vida del esposo, etc. El apóstol inspirado por el Espíritu Santo ofrece una solución a los gentiles para evitar esas luchas de poder y le llamó: SUMISIÓN. El pensamiento del apóstol Pablo era: “En la vida, cuando estés en una posición de menor autoridad o poder (esposas, hijos y siervos), no te resistas ni te rebeles”. En el temor de Jesucristo respeta, honra y trabaja duro por condescender con la otra persona. Y cuando poseas mayor poder (maridos, padres y los señores o amos) no señorees sobre la otra persona, utiliza tu poder o autoridad para favorecerlos”. Por lo anterior, actuar sumisamente es: Subordinar el juicio, decisión o afecto propios a la autoridad de otra persona y es un acto de la voluntad.

Cuando Dios creó al hombre y a la mujer e instituyó el matrimonio, proveyó de información y dirección específica sobre el propósito del matrimonio y de las distintas pero complementarias responsabilidades entre el hombre y la mujer. En el matrimonio, la esposa muestra sumisión a su esposo cuando ella le permite tome su posición como cabeza de la familia:

Mas quiero que sepáis, que Cristo es la cabeza de todo varón; y el varón es la cabeza de la mujer; y Dios la cabeza de Cristo. 1 Corintios 11.3

A la mujer se le ordena someterse a su marido y Dios se asegura de que el marido se ajusto y amoroso. Cuando una mujer se somete a su esposo, en realidad se está sometiendo a Dios:

Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor.

Por lo tanto, cuando una mujer es sumisa a su esposo no lo hace porque él lo merezca, ni por algún mérito. Ella se somete porque sabe que es agradable a su Señor y por derecho divino ya que Dios estableció que el hombre sea cabeza del hogar. Dios ha dado ciertas responsabilidades  a la esposa y otras al esposo. Cuando los dos aceptan y cumplen las diferentes pero complementarias responsabilidades, se propicia la unidad en el metrimonio. Por el contrario, cuando el marido o la esposa no comprenden o ambos no cumplen con las responsabilidades que Dios les ha dado, provocan confusión, frustración y como consecuencia el fracaso del matrimonio.

En ninguna parte de la Biblia encontramos que el esposo deba lograr la sumisión de la esposa mediante la fuerza física. Más bien, se le manda a la mujer que sea sumisa (Ef. 22, 1 Pedro 3.1), el verbo en griego está en el modo imperativo. La sumisión de la esposa es espiritual y debe hacerse “como al Señor”. Negarse a ser sumisa a su esposo equivale a estar en rebelión contra Dios. Ser sumisa con su esposo es una prueba de su amor a Dios, además de probar su amor hacia su esposo. La esposa, entonces, debe considerar la sumisión como un acto de obediencia a Cristo y no solamente a su esposo. Jesús dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Además, la sumisión es espiritual porque debe hacerse en el poder del Espíritu Santo. El contexto en que se ordena la sumisión indica que solo puede ser ejercida por mujeres cuyos corazones han sido limpiados por la sangre de Cristo, que son fortalecidas en su interior por el Espíritu Santo, por mujeres que están llenas de toda la plenitud de Dios.

El pensamiento de la sumisión de la esposa no es muy popular hoy en día. En diversas ocasiones, el antagonismo a la sumisión de la esposa surge de una rebelión pecaminosa contra la voluntad de Dios. En otras puede surgir de un concepto falso de lo que involucra la sumisión, por lo que podemos considerar que:

1. La sumisión no es un concepto sólo para las mujeres. Es un concepto aplicable a todo creyente (Ef. 5.12, Fil. 2.3,4, 1 Pe.5.5, Ro.13.1, He.13.17).

2. La sumisión no significa que la esposa sea esclava. En realidad, la esposa nunca es tan libre como cuando está en sumisión, pues entonces tiene libertad para ser y hacer todo lo que Dios propuso que hiciere y fuese (Pr. 31.10-31).

3. La sumisión no significa que la mujer jamás opine o exprese sus ideas o que jamás dé un buen consejo. (Pr. 31.26, Hch. 18.26, Jue.13.21-23).

4. La sumisión no significa que la esposa sea inferior al esposo. Jesucristo no fue inferior a María y a José y, sin embargo, la Palabra de Dios nos dice que cuando fue niño estaba sujeto a ellos (Lucas 2.51). Jesucristo en ninguna manera fue inferior a Dios el Padre. Era y es en todo sentido total y completamente Dios. Sin embargo, las Escrituras afirman que hay un orden y una estructura en la Trinidad. Jesús dijo:

No puedo yo de mí mismo hacer nada: como oigo, juzgo: y mi juicio es justo; porque no busco mi voluntad, mas la voluntad del que me envió, del Padre. Juan 5.30

Pablo asimismo declara: Mas quiero que sepáis, que Cristo es la cabeza de todo varón; y el varón es la cabeza de la mujer; y Dios la cabeza de Cristo (1 Co. 11.3). Del mismo modo, la sumisión de la esposa en ninguna manera implica inferioridad, al contrario, enseña la necesidad de orden y estructura, de compartir la responsabilidad en el hogar. Los textos bíblicos de Génesis 1.26,27 y Gálatas 3.28 afirman el estatus de igualdad y dignidad de la mujer y el hombre.

5. En la sumisión, cuando el esposo pide a la esposa que haga algo contrario a la Palabra de Dios, la esposa debe obedecer a Dios antes que al hombre. (Hechos 5.28, 29).

Esposo, ama a tu esposa y aplica la enseñanza de la Biblia cuando dice:

Vosotros maridos, semejantemente, habitad con ellas según ciencia, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a herederas juntamente de la gracia de la vida; para que vuestras oraciones no sean impedidas. 1 Pedro 3.7

Mujer, Dios te ha llamado para ser sumisa a tu esposo, para ser su ayuda idónea y singular. Sin embargo, de nada sirve que usted tenga todo el conocimiento de lo que esto significa si no lo pone en práctica en su relación con su esposo. El conocimiento de estas verdades no estimulará la unidad en el matrimonio, pero ponerlas en práctica sí lo hará. Dios le bendiga.

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