Está mi alma apegada a ti: Tu diestra me ha sostenido. Salmo 63.8
Los poderes de la naturaleza de que el hombre se vale, no dependen de él y están bajo su control solo de una manera muy limitada. Él es totalmente externo a sus obras. Sin embargo nuestro gran Dios llena los cielos y la tierra; “la visitas y la riegas, en gran manera la enriqueces con el río de Dios lleno de aguas: preparas el grano de ellos, cuando así lo dispones”. Nuestro Dios es inmanente en el mundo; infinitamente y siempre presente con cada partícula de materia, y esta presencia no lo es solo en cuanto al ser, sino también en cuanto al acontecimiento y al poder.
Es manifiestamente inconsecuente con la idea de un Dios infinito que cualquier parte de sus obras esté ausente de Él, fuera de su vista, o independiente de su control. Aunque estando así en todas partes, eficientemente presente, su eficiencia no anula la de sus criaturas. Es por una ley natural o fuerza física, que el vapor se levanta de la superficie de los océanos, que se acumula en nubes, y que se condensa y cae en forma de lluvia sobre la tierra, pero Dios controla de tal manera la operación de las leyes que producen estos efectos que Él envía la lluvia cuando y donde le place. Lo mismo sucede con todas las operaciones de la naturaleza y con todos los acontecimientos del mundo externo. Se deben a la eficiencia de las fuerzas físicas; pero estas fuerzas están todas bajo control y la constante conducción de Dios y son llevadas al cumplimiento de su propósito.
Amados hermanos: oremos por salud, por protección, por éxito, por razones feraces y por la paz y prosperidad de las naciones, por cuanto todos estos acontecimientos están determinados por la agencia inteligente de Dios. Nos encontramos adorando en este primer domingo del año, no conocemos detalles sobre el futuro; pero lo que sí podemos saber ya por el poder de nuestra fe, es que nuestro sostén estará garantizado en las manos divinas de un Padre que nos ama.