Comunión y perseverancia

Y perseveraban en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión y en el partimiento del pan y en las oraciones. Hechos 2.42

La naciente iglesia de aquellos días, vivía entregándose a la instrucción que daba la condición de ignorancia en que ellos estaban, esto sería indispensable para la consolidación de la inmensa multitud admitida repentinamente al discipulado visible. Gozaban de una comunión en su más extenso sentido y partiendo el pan, no por cierto tan solo en la Cena del Señor, sino más bien frugales refrigerios que tomaban juntos y con los cuales probablemente la Cena del Señor estaba conectada, hasta que los abusos y la persecución condujeron a la supresión de la comida común.

Todos los que creían estaban juntos en una hermosa comunión estando cada día en el templo observando las horas de adoración judía. Partían el pan en las casas, es decir, en privado, en contraste con sus cultos en el templo, pero en algún lugar determinado de reunión.

Anda y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios (Ecclesiastés 9.7).

Teniendo gracia con todo el pueblo, recomendándose a sí mismos por su amable conducta y siendo admirando de todos los que los observaban y el Señor Jesús, como glorificada cabeza y gobernador de la iglesia seguía añadiendo continuamente a la visible comunidad de los creyentes. La joven iglesia tenía solo unas pocas peculiaridades en su forma exterior. El único principio distintivo de sus pocos miembros era que todos ellos reconocían al Bendito Salvador, Jesús de Nazareth como el Mesías. Esta joven iglesia adquirió su valor solo por el poder del Espíritu Santo que transmitía de los Apóstoles, mientras predicaban a los oyentes; porque el mismo Espíritu Santo extrajo la confesión de los corazones de los hombres, como dice el Apóstol Pablo:

Por tanto os hago saber, que nadie que habla por Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por Espíritu Santo” (1ª Corintios 12.3)

Y como una llama ardiente hizo que sus almas resplandeciesen de amor. Por el poder de este Espíritu por tanto, vemos a los primeros cristianos no solamente en un estado de activo compañerismo, sino también transformados interiormente. Los estrechos puntos de vista del hombre carnal son destruidos; ellos tienen sus posesiones en común y se consideran a sí mismos como una familia. Hermanos, sigamos hoy los hermosos comienzos de la iglesia cristiana y pongámoslos en práctica conservando así una hermosa y santa comunión.

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