(Ein feste Burg ist unser Gott). Autor: Martín Lutero, 1529 (versión de Juan Bautista Cabrera, 1837-1916). Es considerado el “Himno de batalla de la Reforma“. La gran fe de la Reforma: “DIOS es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida; Aunque se traspasen los montes al corazón de la mar. Bramarán, turbaránse sus aguas; Temblarán los montes a causa de su braveza… Jehová de los ejércitos es con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob”. (Salmo 46:1-3, 11).
Es una melodiosa marcha de cuatro estrofas que fue muy popular en el siglo XVI. Este canto es un manifiesto, un poema que impactó el espíritu del movimiento social. En la fe protestante; “simboliza el espíritu Reformador que basado en los Salmos 46, 33 y en Efesios 6, es la fuerza bíblica, teológica y espiritual, convertida en música para impactar emocionalmente a los fieles, confirmarlos en sus convicciones y en su participación”. Es la fuerza del salmo y la sucesión de ideas vertidas en cada una sus cuatro estrofas, forman un conjunto de pensamientos que atrapa y concentra el sentido profundo de la Reforma como un todo. Lutero mismo escribió al respecto:
Me he convencido tan plenamente del valor del canto en el ministerio cristiano que ahora no permitiría que nadie predicara ni enseñara al pueblo de Dios si no reconoce y practica el poder de los cantos sagrados. Creo que el Diablo, el autor de ansiedades pesarosas y turbulentas desgracias, huye ante el sonido de la música sagrada casi tanto como ante la misma Palabra de Dios.
Heinrich Heine describió a este himno como la Marsellesa de la Reforma Protestante. El compositor Johann Sebastian Bach, basándose en este himno, compuso la cantata Ein feste Burt ist unser Gott, BWV 80 (Un firme alcázar es nuestro Dios), la cual es una cantata de iglesia escrita para ser estrenada en la ciudad de Leipzig para la celebración del “Día de la Reforma” y estrenada un 31 de octubre entre 1727 y 1731. Está basada en el himno “Ein feste Burg ist unser Gott” de Martín Lutero; Félix Mendelssohn lo incorporó en el último movimiento de su 5a sinfonía; en la obra Los Huguenotes de Giacomo Meyerbeer, se emplea muchas veces como un Leitmotiv; de la misma manera se emplea en “Friedenstag” de Richard Strauss.
Según Heinrich Heine, fue cantado por Lutero y sus compañeros cuando entraban a Worms el 16 de abril, 1521, para asistir a la dieta. La historia de este viaje se narra de manera magistral por Jean Henri Merle D’Aubigne en su libro History of the Reformation of the Sixteenth Century, Libro 7 Capítulo 3.
El más antiguo himnario existente en el que aparece este himno es el de Andreas Rauscher (1531), bajo el título de Der xxxxvi. Psalm. Deus noster refugium et virtus. Es probable que apareciera en los himnarios de Josef Klug (1529) y de Hans Weiss (1528). Esta evidencia confirma que fue escrito entre 1527 y 1529.
Cada una de las estrofas es un manifiesto teológico, basada totalmente en el pensamiento bíblico, al que contextualiza intensamente las circunstancias que le tocó enfrentar en los años de prueba sobre la solidez del movimiento que encabezó. El salmo enfatiza la manera en que es posible superar el temor ante cataclismos naturales: “Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida; Aunque se traspasen los montes al corazón de la mar. Bramarán, turbaránse sus aguas; Temblarán los montes á causa de su braveza” (vv. 2-3). Lutero trasmite esa confianza requerida para enfrentar la oposición contra la Reforma, sin olvidar su propio enfoque de la misma, con la óptica religiosa del momento. La fuerte oposición y rechazo que había generado el cambio religioso desde el papado, la Curia romana, el emperador de Alemania y los príncipes, constituía una barrera aparentemente infranqueable para mantener la fe, la confianza y la convicción de seguir adelante. Por ello, si “Dios está en medio de ella; no será conmovida: Dios la ayudará al clarear la mañana (v. 5). Y Lutero concebía el apoyo y sustento divino, para que, si el movimiento procedía de Dios, se mantendría y se encaminaría para dar los resultados que Él quisiese. De ahí proceden las afirmaciones de la segunda estrofa. Sabaoth representa la lucha militar frontal, una batalla en contra de los enemigos más recalcitrantes, la Contrarreforma.
La tercera y la cuarta estrofas desglosan la confianza existente para afrontar los más funestos momentos que acechaban la lucha reformista, pero con un acento tan confiado y exaltado, que ha llegado hasta nuestros días. Una afirmación de fe consistente con el mensaje bíblico relacionado con la manera en que Dios ha contenido ya la fuerza rebelde de Satán.
Y, por último, la obligada referencia a la fuerza de la Palabra Divina, principio moral y material de la Reforma, no deja de subrayar la fe de la Reforma, recordando las palabras de Isaías 40.8, con crítica profética de por medio: “Nada puede valer nada al lado de la Palabra, del Reino del Evangelio de Jesucristo: cualquier bien, vida u honor es nada al lado suyo, la causa suprema de la Reforma. En eso consiste la auténtica fe de la Reforma, que le da sentido a nuestra propia fe, hoy y siempre.