Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican: Si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guarda. Por demás os es el madrugar a levantaros, el veniros tarde a reposar, el comer pan de dolores: Pues que a su amado dará Dios el sueño. Salmos 127. 1,2.
Guiar a una familia es un reto muy grande y recae en el esposo en primera instancia, siendo una responsabilidad que nos asiste de parte de Dios y no podemos eludirla. La familia es el gran reto de un hombre. Liderar es ejercer influencia y guiar a otras personas, en este caso a nuestro cónyuge e hijos hacia una meta. Para alcanzar grandes metas, es necesaria la ayuda de Dios pero a la vez debemos esforzarnos y ser valientes (Josué 1.1 al 9), porque nada vendrá por azar, todo será consecuencia de lo que hagamos y más cuando vamos de la mano de nuestro Señor; Dios ha dado a la familia importancia especial y la instauró en su plan perfecto, dotándola de propósito. La familia es el acuerdo de pacto con Dios, donde dos personas, masculino y femenino se unen para ser una sola carne: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y allegarse ha a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2.24). Para la familia, Dios promete una vida victoriosa y gloriosa, una vida feliz y llena de bendiciones. Como jefe de familia, si Cristo tiene el dominio en mi vida, Él también reinará y bendecirá la vida de mi familia, para honra y gloria de su Santo Nombre.
Como sacerdote, debemos proveer para nuestro hogar, 1 Timoteo 5.8 dice: “Y si alguno no tiene cuidado de los suyos, y mayormente de los de su casa, la fe negó, y es peor que un infiel”. Y Tito 1.16 dice: “Profésanse conocer a Dios; mas con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados para toda buena obra”. Proveer es hacer todo lo necesario para que nuestra familia cumpla la voluntad de Dios, nuestra familia debe ser testimonio fiel de que Cristo reina en nuestro corazón. Ser cabeza de nuestra familia trae responsabilidades como: Velar para que cada uno de los miembros sea cuidado y amado (1 Juan 4.7,8,10,11). Si hay algo que lastima y causa daño a la familia es la falta de amor y estima (Salmos 127.3-5). El padre es también responsable de velar para que sus hijos reciban la enseñanza y el conocimiento del evangelio de Jesucristo, y conducirlos para que le acepten como su Señor y Salvador. Es también responsable de velar por su bienestar, supliendo sus necesidades materiales, espirituales y sociales. Las opiniones, deseos y bienestar de uno de sus miembros, no deben ser factor determinante en la toma de una decisión. Las metas de la familia son más importantes que las metas personales, “Que todos los miembros de mi familia tengan éxito es lo más importante que el éxito personal”. Nuestra esposa, nuestros hijos son un tesoro; la familia es una herencia, un regalo de Dios.
Ser sacerdote de nuestra familia es el gran reto, lo admito. Pero Dios nos ha llamado para vencer cada uno de estos retos y pruebas, con el único propósito de cumplir el objetivo que se nos ha fijado: Ser sacerdote de mi familia.