En esta ocasión nos dirigiremos a Italia, de hecho a Florencia. Veremos a uno de los pre-reformadores de la Iglesia, su nombre Girolamo Savonarola o si lo prefiere en castellano Jerónimo Savonarola. Savonarola nació en 1452 y murió en 1498. Esto es casi en los albores de la Reforma y aunque no tuvo una vida muy larga, definitivamente dejó un gran legado. Al principio parecía que Savonarola se prepararía para seguir la carrera de medicina. Su padre era un médico y él aspiraba a convertirse en médico como su padre. Pero durante la carrera sintió el llamado por una vida religiosa y se unió a la orden de los Dominicos.
Muy pronto comenzó a predicar públicamente y en un estilo “apocalíptico”, diríamos ahora. Se trataba de una interesante mezcla de reforma política y eclesiástica. Invirtió mucho de su tiempo en el libro de Apocalipsis e incluso llegó demasiado lejos al identificar a su ciudad Florencia como una Nueva Jerusalem aspirando a que fuera el centro de un movimiento de reforma que se extendiera a lo largo y ancho de Europa y que purificaría a la Iglesia.
Era un predicador muy elocuente y la gente esperaba que dijera cosas provocadoras, de manera que la multitud se agolpaba para escucharlo predicar en la catedral de Florencia. Predicó contra el lujo, el lucro, la depravación de los poderosos y la corrupción de la Iglesia católica, contra la búsqueda de la gloria y contra la sodomía. Comparó a la Roma del Papa con la antigua y corrupta Babilonia, afirmaba que los sacerdotes de esos tiempos eran los peores, porque hacían todo al revés de cómo deberían hacerlo; sólo les interesaban los bienes de este mundo y en sus discursos hablaba sobre la pobreza, la sobriedad y el carácter fuerte que los verdaderos creyentes deben tener.
En 1491, a la edad de 34 años, se le entregó la titularidad de la iglesia de San Marco en Florencia. Desde allí atacó al Papa Inocencio VIII como “el más vergonzoso de toda la historia, con el mayor número de pecados, reencarnación del mismísimo diablo”. Afirmaba que un alma intachable era preferible a cualquier acto lujoso o ceremonia excesiva.
Lorenzo y su hijo Piero de Médici se convirtieron en uno de los blancos de las predicaciones de Savonarola. Y tras la expulsión de los Médici, surge como líder de la ciudad y comienza entonces a gobernar la República Democrática de Florencia, de carácter fuertemente religioso. Como ahora estaba en el poder, persiguió ferozmente a los homosexuales, las bebidas alcohólicas, el juego, la ropa indecente y los cosméticos, ordenó a la policía que buscara por la ciudad cualquier cosa que permitiera la vanidad o el pecado como tablas de juego, libros que trataban de cuestiones sexuales, peinetas, espejos, perfumes y ropa indecente que fueron confiscados por la policía y echados a la llamada “hoguera de las vanidades”, una inmensa hoguera que ardía en la plaza principal de la ciudad.
La Santa Escritura contiene aquella maravillosa doctrina que aun con más eficacia que una espada de dos filos, penetra en el corazón del hombre con un amor que adorna el mundo con virtud y ha derrotado la idolatría, superstición y error.
Bueno, como puede usted imaginarse, en aquella época palabras como estas pronto llamaron la atención del Papa que no se encontraba muy lejos, en Roma. Y esto lo hizo enfurecer. Así que el Papa comenzó a ir tras Savonarola, y eventualmente Savonarola fue excomulgado, y eventualmente fue martirizado. Antes de ser martirizado, en Marzo de 1498 él escribió un libro, pequeño y con un título maravilloso: El Triunfo de la Cruz. En este libro parece que Savonarola se movía un poco de aquel estilo apocalíptico que lo caracterizaba y ahora en lugar de su mezcla de política se concentraba con un enfoque más sólido en la Palabra de Dios, un enfoque que bien podría decirse ilustra la base de las doctrinas cruciales para la reforma. Él escribió este libro en marzo de 1498. Dos meses después en Mayo de 1498 fue colgado y después como si fuera necesario probar algo, su cuerpo fue quemado.
Aunque su vida terminó, su legado aún no. Y no sólo avivó la llama en Florencia sino también en otras partes de Italia. Es más, en el siguiente siglo, Lutero, Calvino, Cranmer y otros reformadores traerían de nuevo todas estas ideas que se encontraban presentes en la Reforma que Savonarola buscó en Florencia y la Reforma se extendería por toda Europa.
Sólo quisiera dejar constancia de una porción del libro de Savonarola: El triunfo de la Cruz. Aquí él habla acerca de la Palabra de Dios y el poder de la Palabra, esto es lo que Savonarola decía:
Porque el predicador que diserta sólo en cuestiones filosóficas y pone gran énfasis en las artes de la oratoria produce si acaso escaso fruto entre los oyentes cristianos. Mientras que, nuestros antiguos padres, quienes en el pasado se limitaron a la simple predicación de las Santas Escrituras, eran capaces de llenar a sus oyentes con amor divino que los ponía en capacidad de regocijarse en la aflicción e incluso de llegar al martirio.
“Yo mismo, hablo desde la experiencia personal” y luego describe cómo él mismo se concentraba en la filosofía y en la retórica buscando infructuosamente un cambio en sus oyentes : “… pero tan pronto como me dediqué a la exposición de la Biblia, contemplé todos los ojos atentos a mí. Y los que me escuchaban tan atentos a mis palabras como estatuas grabadas de piedra. Encuentro que cuando me avoco a explicar las Sagradas Escrituras, mis escuchas reciben mucha más luz, y la predicación lleva mucho más fruto en la conversión de los hombres a Cristo.