Pedro Mártir Vermigli es una figura de la que no escuchamos a menudo, pero tiene un papel significativo en la Reforma. Nació en 1499 en Florencia, Italia como Pedro Mariano. Cuando se convirtió en un monje agustino tomó el nombre de Pedro Mártir en honor de un monje dominico de la época medieval.
Antes de ser monje agustino, fue educado en la prestigiosa Universidad de Padua, ahí se convirtió en profesor de Griego y Hebreo para posteriormente ser el prior o responsable de un monasterio en Nápoles cerca de 1530. Es ahí donde entra en contacto con libros escritos por reformadores, en particular los comentarios sobre los Evangelios y Salmos escritos por Martín Bucer. Vermigli también leyó un libro de Zwingli llamado “Sobre la Verdadera y la Falsa Religión” que comparaba el Evangelio Bíblico presentado por los reformadores y lo contrastaba con la falsa enseñanza de la Iglesia Católico Romana. Vermigli quedó convencido y se convirtió al Protestantismo.
Pronto se encontró en grandes problemas, las autoridadas de Nápoles lo comenzaron a perseguir y de 1540 a 1542 se encontró ocultándose de las autoridades y huyendo continuamente hasta que eventualmente logró llegar a Zürich y de ahí a Estrasburgo. En 1547, es invitado por Tomas Cranmer para ir a Oxford para enseñar teología que era el campo donde era todo un experto del más alto nivel, pero llegó al trono María, la Sangrienta y comenzó una terrible persecución sobre los protestantes y Pedro Mártir regresó a Estrasburgo.
En este punto tenemos que abrir un paréntesis para comentar, que al igual que esta historia de Vermigli y como se ha mencionado de todos los personajes que hasta ahora hemos tratado, han sido hombres y mujeres que Dios usó de una manera poderosa para que Su Palabra fuera llevada al lugar principal en el que la Iglesia la debe tener, pero que esta misión no vino sin sacrificios: Familiares que abandonar, proyectos personales, carreras profesionales, riqueza, tranquilidad, todos estos hombres nos muestran que vale la pena esto y más por servir a Jesucristo y mantenerse firme, con la convicción de que la Palabra de Dios prevalecerá.
Pedro Mártir Vermigli, tuvo su aportación a la Reforma en el ramo que más dominaba: Teología, y aunque hoy en día hablar de Teología podría parecer algo tan alejado de la realidad, la verdad es que es la base de nuestras acciones. Todos somos teólogos aunque no lo relacionemos directamente: Lo que pensamos acerca de Dios tiene una relación directa con las decisiones que tomamos todos los días, lo mismo pasa con el inconverso o el simpatizante.
La primera contribución de Vermigli fue acerca de la Cena del Señor. La Iglesia Católico Romana sigue enseñando erróneamente que en la cena del Señor, los elementos se convierten por la fe en el cuerpo y la sangre del Salvador (Transustanciación). Calvino, y Vermigli enseñan, como la Biblia lo indica y como nuestra iglesia lo cree y confiesa, que en la Cena del Señor, la presencia del Salvador es real, pero espiritual; alimentando y nutriendo a su Iglesia.
Su otra contribución importante es con relación a lo que pensamos de la Biblia. Aún al día de hoy hay mucho debate sobre la Escritura (aunque en nuestra Iglesia Bethel está y siempre debe estar claro que la Biblia es Palabra de Dios), recordando la advertencia de Génesis sobre la estrategia del maligno para engañar al hombre que es cuestionar la voz de Dios. Cuestionar la Biblia y su interpretación. Pero Vermigli contribuye con claridad: Dominus dixit (“Así ha dicho el Señor”) . La doctrina de Dios nos lleva directamente a la doctrina de la Palabra de Dios, Vemrigli llama a esto el “principio primordial” de la lectura bíblica; debemos reconocerla como Palabra de Dios, con autoridad sobre nosotros, por lo que nuestra respuesta debe ser: sumisión y obediencia.
Y ¿cuál es el propósito de la Escritura? Vermigli dice:
El propósito de la Escritura es dirigirnos a Cristo.
Le invito para pensar en las consecuencias prácticas de tener esto en nuestra mente y corazón al abrir la palabra de Dios, al escucharla cuando es expuesta y a buscar siempre su dirección: hacia Cristo.