El apóstol Pablo dice al joven evangelista Timoteo: “debes ser ejemplo”… ¿en qué?, la respuesta del apóstol es: “EN TODO”. Como cristianos debemos tener siempre en mente que “SOMOS IMAGEN DE CRISTO”. Y por causa del evangelio, la gente a nuestro alrededor espera mucho de nosotros. En el texto bíblico de 1Ti. 4.12, se encuentra la palabra “deigma” (ejemplo o modelo), denotando algo que se muestra, ya sea para imitación o para advertencia. Esta es la voluntad y el deseo de Dios, dar ejemplo de buenas obras. (Tit.2:7)
“Mostrándote en todo por ejemplo de buenas obras; en doctrina haciendo ver integridad, gravedad”.
La mediocridad, es un juicio de tipo peyorativo dirigido a un escenario donde no se ha llegado a la altura que debería haber alcanzado, tomando en cuenta los recursos y circunstancias que lo rodean. Es todo aquello que manifiesta un esfuerzo menor a la capacidad, en otras palabras: “Ser menos pudiendo ser mejores”. Todo esto es resultado de la pereza, la indiferencia, la falta de carácter, la ausencia de una sana ambición de superación. El mediocre posee objetivos y metas limitados, lo distinguen la pobreza y la timidez de propósitos, cumple escuetamente con lo obligatorio y olvida que tiene la capacidad de ser mejor. Lo rutinario lo domina dándole satisfacciones limitadas y el desánimo trunca su camino a la excelencia. Mediocre, es quien pudo ir más lejos pero, se contentó con permanecer en el límite fácil de lo obligatorio. La mediocridad mantiene al ser humano en la cuerda floja, siendo presa fácil de todas las debilidades. Lo fácil crea problemas porque no exige ninguna superación, ni esfuerzo, ni obliga para buscar posibilidades.
Por lo anterior, no debería llamarme cristiano si no deseo con todo mi corazón ser mejor cada día. El ser cristiano no me limita para aceptar fácilmente mi derrota, por el contrario, con la ayuda de Dios me levanto de las derrotas que me haya infringido la vida:
“El levanta del polvo al pobre, Y al menesteroso ensalza del estiércol, Para asentarlo con los príncipes; Y hace que tengan por heredad asiento de honra: Porque de Jehová son las columnas de la tierra, Y él asentó sobre ellas el mundo” (1 S.2.8).
Tener ideales, es muy importante en nuestras vidas, porque son la fuerza que empuja nuestras acciones, en la medida que creemos y lo creemos con pasión: “Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven” (He.11.1). Los ideales no son inmutables, porque a medida que la experiencia humana aumenta, observando la realidad, los ideales se van modificando y moldeando. Tener ideales es creer que mi espíritu ansía mejorar, es el anhelo profundo de alcanzar la superación personal;
“Y no os conforméis a este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro.12.2).
Esto no surge de la nada, necesita esfuerzo y valentía, y claro de la bendición de Dios;
“Solamente te esfuerces, y seas muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó: no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendieres” (Jos. 1.7).
No olvidemos que nuestro Dios no tolera cristianos mediocres; “Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca…” (Ap. 3.16). El ser destacado, excelente, insigne, inteligente (antónimos de mediocre), etc., no es sentirse superior a los demás, ni de ser el más importante, o de poder hacer las cosas de mayor valía, lo importante de todo esto es: “HACER TODO PARA LO QUE DIOS NOS HA LLAMADO Y PREPARADO”, debiéndolo hacer de la mejor manera posible. Puede ser que lo que hagas no sea tan importante para los demás, pero debes hacerlo porque para ti si es importante y también es importante para Dios. Olvídate de vivir de cualquier manera, no te conduzcas por la vida sin ningún sentido. Dios te ha hecho muy especial y todo lo que hagas tiene un propósito;
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas á su luz admirable” (1Pe. 2.9).
Recuerda, ser cristiano es ser especial para Jesucristo, pero eso nos obliga que como cristianos hagamos las cosas mejor que nadie, que pongamos más esfuerzo y que tengamos más amor propio que nadie. Y todo por una razón: “DARLE LA HONRA Y LA GLORIA A TU SALVADOR, NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO”. De esta manera la gente que te rodea sabrá muchas cosas de Dios, porque ve las cosas que tú haces.
“Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Jn.13.15)
JOVEN HERMANO(A) EN CRISTO: DIOS TE BENDIGA.